El Convento Franciscano de la Madre de Dios cobija entre sus muros a una de las más hermosas Dolorosas de cuantas procesionan en la Semana Santa lucentina: María Santísima de la Pasión y Ánimas.
De mirada baja y expresión doliente, Esta joya, aún algo infravalorada, esta fechada en el siglo XVII y refleja en el patetismo de su rostro, las características propias de la escuela granadina barroca.
Entre su ajuar, destaca una corona de exquisito gusto y diseño rococó, pieza cincelada por el platero cordobés Damián de Castro en el siglo XVIII.
Para este mes de los difuntos la imagen viste manto negro y saya en el mismo color ceñida a la cintura por un fajín bordado en oro sobre terciopelo burdeos.
El tocado esta dispuesto siguiendo un estilo vaporoso e irregular, cayendo desde Su cabeza y formando angulosos pliegues sobre el pecho que se recogerán sobre Su hombro izquierdo, donde el encaje queda suelto de manera naturalista.
La posición de las manos varía en esta ocasión respecto a otras, presentándose esta vez a la Señora con los brazos abiertos y portando una sábana de encaje con ambas manos mientras sujeta la corona de espinas en la mano siniestra haciendo así referencia a la pasión de su Hijo.
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- Fotografías: Jose Antonio Moreno
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